sábado, 24 de marzo de 2012

Las Artes Escénicas en Oriente


Cuando hablamos de Oriente, en general, nos estamos refiriendo a Asia, pero se trata de todo un continente, con lo cual en su desarrollo cultural e histórico encontramos diferencias entre los países y grupos humanos que lo componen. Ya hemos hecho constar que los orígenes de las Artes Escénicas en estos países orientales no es diferente de los orígenes en Occidente, pero en Occidente se produce una ruptura significativa y un renacer con la desaparición de las religiones politeístas e idólatras y el nacimiento del Cristianismo, mientras que en Oriente la aparición del Budismo y su evolución y extensión por los diferentes países no supone nunca la desaparición de lo anterior, sino la adaptación a la nueva religión o la convivencia de ambas religiones, la anterior y la nueva.


Máscara de teatro Noh japonés.



No se produce una ruptura radical y una suspensión de las Artes que de ella se derivan. Tal ocurre, por ejemplo, con el Sintoísmo y el Budismo en Japón, o el Budismo y el Confucionismo en China. En Japón, la aparición de la rama del Budismo Zen da lugar a una forma teatral, el No, que no choca con otras formas tradicionales, sino que asume las anteriores tendencias.
La conservación de tradiciones anteriores es una norma en la evolución teatral, musical y de la danza en Asia, la mayoría de las veces con el máximo respeto a las formas establecidas, en las cuales no se incluyen novedades ni variaciones. La creatividad de los dramaturgos se mueve dentro de los cauces tradicionales. Las formas interpretativas están perfectamente tipificadas y son respetadas en los menores detalles, incluso con la especialización de actores en papeles concretos. La perfección en la representación es el valor máximo.
Por otra parte, las Artes Escénicas en Oriente tienen otra importante característica: la no diversificación de las diferentes formas escénicas, pues tanto el teatro, como la danza, la música, la pantomima, e incluso las artes marciales en ocasiones, como ocurre en la Ópera de Beijing, son partes imprescindibles de la representación, que no pueden darse unas sin las otras. Cualquier espectáculo representativo está constituido por la perfecta armonía de todas estas artes.
Entre todas las tradiciones escénicas orientales la más compleja y exquisita es la japonesa, con una evolución de la tradición que llega hasta el siglo XVIII y que se extiende más adelante en una renovación en el siglo XX. Hay que recordar que un escritor como Yukío Mishima escribe piezas de teatro No de temas contemporáneos.
Es también destacable el gran desarrollo que tienen las representaciones en las que no actúan seres humanos sino títeres, marionetas o sombras, así como el uso de máscaras tipificadas, de gran tradición artística y de facturas exquisitas.
El teatro japonés atribuye el origen de las Artes Escénicas a un suceso celeste entre dioses. La diosa Amaterasu, diosa del sol, se enfadó con unos de sus hermanos y se escondió en una cueva, de modo que el cielo y el mundo quedó a oscuras con peligro de muerte para todos los seres vivos. Los dioses ingeniaron una treta para sacarla de su cueva: decoraron los alrededores de la gruta con banderolas, flores y y joyas. También prendieron un gran espejo en la entrada de la cueva. Entonces todos ellos se pusieron a hacer música con tambores y pífanos, mientras otra diosa, Ameno-Uzume, danzaba y cantaba en el umbral danzas obscenas y cómicas. Este espectáculo hizo que Amaterasu saliera de la gruta y se iluminara el mundo de nuevo. Estas y otras tradiciones antiquísimas sobre los dioses nos hablan de los orígenes sagrados del teatro, de la música y de la danza. El lugar del teatro estaba señalado en la liturgia, y se daban en grandes festivales; eran plegarias dramatizadas y pantomimas que alejaban las desdichas del pueblo. Así, por ejemplo, la kagura, danza lenta y hieráticas que se celebraba en el palacio imperial, interpretadas por sacerdotes especializados en su representación. Esta danza será el origen del drama. Durante el período feudal inicial se introdujeron las máscaras en estas representaciones. La eclosión del teatro japonés se produce en el siglo XIV, con el teatro nogaku, llamado también No. En principio estaba destinado a glorificar a las divinidades sintoístas, pero pronto se amplió con leyendas guerreras y heroicas, lo que hace que se desarrolle ya como teatro profano. Esta tradición, matizada por el Budismo Zen, dará lugar al Noh conservado actualmente, que trata sobre todo de representar, no tanto historias, sino ambientes, situaciones, climas emotivos.
Otra tradición importante es la hindú. La India atribuye a Brahma la paternidad del teatro, quien añadió a los cuatro vedas de la religión brahmánica un quinto libro, el Natya-veda, donde se representaba el drama de los dioses, lo cual fue transmitido a los seres humanos para que los poetas terrestres pudieran componer dramas perfectos como los de los dioses. Siva, a su vez, creó la danza llamada violenta (danza guerrera), y la diosa Parvati la llamada danza de encantamiento. La rama hindú del Tantrismo, mezcla a sus ritos también elementos espectaculares eróticos. La fiesta de Rama se celebra aún en nuestros días con una ceremonia teatral, en el campo, ante muchedumbres de peregrinos. Se representan pantomimas sobre las bodas de Sita y Rama. Sin embargo, ha sido la fábula del dios Krishna la que ha dado lugar a representaciones dramáticas más significativas, entre lo cómico, lo poético y lo dramático. Al igual que en Japón, la añadidura de leyendas épicas, que cantaban rapsodas, y su inicial representación escénica, hizo que el teatro fuera cada vez más profano.
Hay que hacer notar que en las grandes ciudades y capitales asiáticas, donde se siguen manteniendo las formas escénicas tradicionales, durante el siglo XX se produce una gran influencia de las formas literarias occidentales, de las música y danza, y, por supuesto, de las formas teatrales de Occidente. Al mismo tiempo se produce el movimiento recíproco, es decir, las formas orientales son valoradas y apreciadas en Occidente, y grandes directores de escena incorporan a sus espectáculos aprendizajes hechos en estas tradiciones lejanas, como es el caso de Peter Brook. Actualmente, en un mundo globalizado, es mucho más fácil que estas influencias mutuas obren sobre los artistas escénicos, y es también más fácil la difusión de espectáculos, tanto tradicionales como novedosos.

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